Un panorama que estremece: se extiende en la Argentina el tráfico de menores, la pornografía y la prostitución infantil

América Latina es una de las regiones más violentas del mundo y las personas menores de edad y las mujeres son las principales víctimas. Millones de niños y niñas en el continente viven bajo temor de ser víctimas de violencia en la casa, en la escuela y en la calle. En la Argentina, existe una preocupante violencia contra la niñez, agravada a menudo por el manejo inadecuado del problema tanto por parte de los medios de comunicación como por actores políticos y sociales. En la práctica ello se traduce en la impunidad de los agresores, en el silencio ante el abuso sexual, en la aceptación tácita de las condiciones inhumanas y degradantes que padecen miles de menores privados de libertad en trabajos denigrantes, en la pornografía de Internet o aquellos que son arrojados a la prostitución en las calles o en lugares cerrados.

Imágenes de una niñez atrapada en la prostitución y la violencia. Marcia, la adolescente misionera que pudo escapar de sus secuestradores sexuales en pleno barrio de Belgrano, lográndose así desbaratar una compleja red de reclutamiento de menores en la provincia de Misiones. Marita, una joven tucumana rubia y de clase media, cuya desaparición en 2002 originó una investigación que puso al desnudo el tráfico de personas en la Argentina con derivaciones internacionales. En la capital riojana, una niña que caminaba rumbo a la casa de su abuela nunca llegó a destino, lo que originó una pesquisa de la Justicia que descubrió una extendida banda de trata de blancas en las provincias de Córdoba y Santiago del Estero. Allí, Lorena, de 14 años, fue rescatada por las autoridades judiciales de un oscuro entramado mafioso de prostitución y drogas que roza a sectores policiales y a ex funcionarios del destituido gobierno juarista.

En nuestro país, las provincias del norte y del litoral mesopotámico parecen concentrar la atención de las bandas de apropiadores de bebés, niños y adolescentes. Es el caso de las localidades misioneras de San Pedro y El Dorado, distantes entre sí unos 80 kilómetros. En esa región, la joven Marcia de 20 años junto a Nelly, una chica de 18 años, habitan en un medio rural, selvático y de explotaciones forestales. Fueron reclutadas por personas que les prometieron un trabajo en casa de familia como empleadas domésticas con un buen sueldo en la gran ciudad. Los especialistas consideran a las provincias de Corrientes y Misiones como dos importantes nudos de la trama de la trata de blancas en la Argentina, tanto para la salida de los menores afuera del país rumbo a Brasil y Paraguay, como para su distribución a lo largo del extendido territorio argentino, en especial, la provincia de Buenos Aires y la Capital Federal.

Una vez ubicadas en la Ciudad de Buenos Aires, viven encerradas en casas y departamentos que funcionan como prostíbulos. Los testimonios de las menores misioneras permitieron a la Justicia desarmar el funcionamiento de una banda que reclutaba a jóvenes del interior sobre la base de engaños de un futuro mejor con el fin de convertirlas en exclavas sexuales. El juzgado de instrucción N°10 de la Capital es quien lleva el expediente del caso. Los investigadores detuvieron a varias personas, entre entregadores y secuestradores, en una operación que condujo a increíbles narraciones de las jóvenes liberadas. “Comida no había, nos daban frutas nada más, como a un pajarito. Yo tenía hambre. Tenía sueño y no podía dormir hasta que me indicaban el turno que me tocaba”, el relato de las liberadas antes de retornar a su tierra. Nada más ni nada menos que en la fulgurante Reina del Plata. En pleno siglo veintiuno.

Una realidad oscura que estremece

Los especialistas en abuso de menores sostienen que, entre los motivos para evitar el tráfico de chicos, es que uno de los principales inconvenientes es una de las características que definen a la prostitución infantil: la gran mayoría de los que inician a los menores, o los entregan, son sus familiares. En efecto, “los gendarmes que están en los pasos fronterizos pueden sospechar que un niño está siendo abusado, pero si está con su padre, y no tiene una interdicción o un pedido de captura, no puede impedirle que cruce la frontera”, señaló un alto comandante de la Gendarmería Nacional.

Según el Consejo Nacional de la Niñez, “las organizaciones no buscan a cualquier menor sino que tratan de reducir al mínimo la posibilidad de que alguien los busque o reclame. Es por eso que buscan a chicos de familias en situación de exclusión, con problemas de violencia, de adicciones y falta de educación. Esas organizaciones también buscan a víctimas de abuso sexual o a chicos que viven en la calle”. El destino de la mayoría de los menores se ubica en los grandes conglomerados urbanos de Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. Y, en especial, la ciudad capital. La organización humanitaria Missing Children encontró a numerosos menores sometidos a explotación sexual. “Encontramos menores que habían sido llevados de una provincia a otras, pero muchos no querían hablar. Los padres nos decían que lloraban todo el tiempo, que estaban muy caídos. Otros dijeron que conocieron chicos que estaban lejos de sus familias, pero no sabemos si los llevaron para prostituirlos", expresó una de las responsables de la entidad.

La localidad santiagueña de Añatuya se encuentra bajo investigación. Una red de tráfico de bebés quedó al descubierto frente a una causa penal donde resultaron inculpados funcionarios judiciales, médicos, empleados del Registro Civil y hasta el ex obispo local, monseñor Antonio Baseotto, por sustracción de recién nacidos. A ésta se suma otra causa iniciada en la localidad de Frías, donde dos hombres y una mujer fueron arrestados en el marco de la investigación por casos de abuso sexual de menores. A cambio de mínimas sumas de dinero o alimentos, se encargaban de conseguir favores sexuales de los chicos. Una adolescente de 17 años brindó el dato a los investigadores sobre las personas que sometían a las jóvenes.

Estos casos recuerdan a una escabrosa trama que involucró meses atrás a una banda especializada en la trata de blancas de extendidas ramificaciones por provincias del norte y el litoral, cuya desarticulación se dio tras la denuncia formulada por una joven mantenida bajo la fuerza en un departamento del barrio de Belgrano, que había conseguido burlar a sus cuidadores. La chica había escapado de un burdel y con su testimonio logró liberar a sus compañeras. “Me lastimaban, me golpeaban la cara, me hacían bañar con agua fría, mi único pensamiento era salirme y pedir socorro a cualquiera”.

Las chicas, menores de edad oriundas de la provincia de Misiones, fueron traídas desde su tierra natal con la falsa promesa que les esperaría un trabajo en una casa de familia como personal doméstico con un buen sueldo. Aunque el futuro les depararía una realidad diferente. Las obligaban a vestir con pollerita corta y botas altas. Si no obedecían las castigaban a golpes. Las hacían prostituirse seis o siete veces por jornada. Los clientes pagaban entre 50 pesos la media hora y 100 pesos la hora completa. La joven, de nombre Nancy, dijo a la prensa que “había que soportar todo”. Marcia, otra de las menores de edad, tiene doce hermanos, su papá tiene la salud deteriorada por su trabajo en el campo y su mamá hace changas limpiando casas de familia. Ella expresó que “allá en Misiones la mayoría trabaja en la calle, vendiendo su cuerpo, cantidad hay así; en Eldorado mirás así la noche y hay puterío por todos lados, de pollerita y botitas”.

Los alcances de un negocio inmoral

Organismos internacionales denunciaron en 2005 “la existencia de una compleja red de prostitución infantil que hoy maneja millones de niños”. Los más pesimistas creen que por año ingresa algo más de un millón de infantes. Y en esta expansión de un comercio tan lucrativo las nuevas tecnologías sirvieron de sostén de un negocio multimillonario, con una infinidad de sitios y páginas dedicadas al consumo de los pedófilos, que eligen a niñas de 8 años en adelante y a varoncitos de 12 años. Autoridades de la Argentina y de España se unieron el año pasado para lanzar una campaña conjunta contra el turismo sexual inspirada en la desarrollada por UNICEF con el lema “No hay excusas”. La Secretaría de Turismo de la Nación instaló afiches murales gigantes, “Proteja a los niños de la explotación sexual en el turismo”, en un intento por instalar el debate en una sociedad algo apática y asombrada por una realidad mucho más ubicada con Tailandia, Vietnam o Paraguay que en su propio país.

En la Ciudad de Buenos Aires se calcula que algo más de 3.500 niños de la calle viven y la recorren con todos los peligros a la vista. La pobreza y la exclusión social permiten que el negocio sexual con menores se instale frente a una sostenida demanda interna y a un creciente turismo sexual donde la Argentina ya forma parte de la ruta internacional. Para muchos especialistas, actualmente la Argentina resulta interesante a los ojos de la comunidad pedófila mundial. Frente a ello, la presidenta del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes del Gobierno de la Ciudad, María Elena Naddeo, cree que “de ninguna manera los problemas de la marginalidad se pueden resolver con represión, con circuitos de detención en comisarías y con lo que nosotros denunciamos como la criminalización de la pobreza, que es pasar a la justicia temas que deben ser resueltos desde las áreas sociales”. Precisamente, ese organismo lanzó en los últimos meses de 2005 una campaña de concientización, “Sin clientes no hay prostitución infantil”, destinada a crear conciencia entre los ciudadanos.

La trata de personas, una violación de los derechos humanos

Se trata de un problema mundial que afecta a un gran número de niños y niñas. Según estimaciones de ONGs, el número de infantes que cada año son víctimas de la trata de menores de edad se eleva a 1,2 millones. Para UNICEF, “existe una demanda considerable de estos niños y niñas, ya que son empleados como mano de obra barata o en la explotación sexual. Con frecuencia, ni los niños y niñas ni sus familias son conscientes de la amenaza que representa la trata de menores de edad, creyendo que lo que les aguarda en otros países es un trabajo y una vida mejor”.

No hay ninguna duda que es una actividad lucrativa, siempre vinculada con redes de delincuencia y corrupción. Prácticamente se desarrolla en la clandestinidad aunque no está exenta de la protección y el amparo de las autoridades políticas, policiales y judiciales locales. “La trata de menores comporta en todo caso una vulneración del derecho del niño a crecer en el seno de un entorno familiar. Además, la trata de menores conlleva invariablemente para estos niños y niñas una serie de peligros, como la violencia y el abuso sexual. En ocasiones, estos niños y niñas que son víctimas de la trata de personas padecen incluso arresto y detención por emigración ilegal”, afirma el organismo de las Naciones Unidas encargado de velar por los derechos de los infantes.

Las cifras de 2005 resultan alarmantes pero deben llamar a la reflexión de gobiernos y ciudadanos. UNICEF estima que “cada año entre 1.000 y 1.500 bebés y niños y niñas guatemaltecos son objeto de trata de menores para su adopción por parte de parejas norteamericanas y europeas”. En efecto, en ese país la venta de bebés se constituye en un apreciado negocio. Numerosas adopciones son consideradas legítimas aunque la mayoría proviene de lo que se conoce como “la floreciente industria de la adopción”. Muchos bebés son simplemente robados, otros son vendidos por los padres y algunos son entregados voluntariamente por sus progenitores, con la esperanza de dar al bebé una vida mejor en el extranjero. Se estima que alrededor de 25 millones de dólares anuales se mueven a través del tráfico de los recién nacidos.

Postales de una realidad argentina que estremece

Los niños y niñas que viven en las zonas rurales y en las áreas urbanas pobres corren con frecuencia un riesgo elevado. Según el informe publicado por UNICEF “Estado Mundial de la Infancia 2006”, “en comparación con las zonas urbanas, las zonas rurales suelen ser más pobres y resulta más difícil el acceso a los servicios de atención de la salud y de educación. Por esta razón, en casi todos los países donde hay datos disponibles sobre mortalidad infantil procedentes de hogares, los niños y niñas de las zonas rurales tienen más probabilidades de morir antes de cumplir cinco años que sus coetáneos de las zonas urbanas. Alrededor de un 30 por ciento de los menores de las zonas rurales en los países en desarrollo están sin escolarizar, en comparación con un 18 por ciento en las zonas urbanas, y más de un 80 por ciento de todos los niños y niñas que no asisten a la escuela primaria viven en zonas rurales”.

Muchos se preguntan cómo los menores terminan en burdeles o prostíbulos de pueblos y ciudades. El estudio de UNICEF afirma que “se les engaña, e incluso hay algunos que permiten la trata, seducidos por las ganancias prometidas, sin sospechar el nivel de explotación que pueden llegar a sufrir en el otro extremo de la cadena de la trata. Este delito siempre requiere un traslado, ya sea dentro de un país -desde las zonas rurales hasta un complejo turístico, por ejemplo- o a través de una frontera internacional.

En el destino final, los niños y niñas víctimas de la trata penetran en un mundo subterráneo donde prima la ilegalidad y la violencia, y en el que normalmente desaparecen”. Un investigador del caso de la red de prostitución en Santiago del Estero sostuvo a la prensa que “las chicas eran trasladadas a otras provincias y que veían cómo también eran transportadas como mercancías otras niñas de su edad, fueron obligadas a consumir drogas”.

“El traslado lleva a los niños lejos de sus familias, sus comunidades y sus estructuras de apoyo, y les deja aislados y completamente vulnerables a la explotación. A menudo pierden incluso cualquier grado de autonomía al haber sido trasladados a un lugar donde no hablan el idioma local, dificultando aún más la posibilidad de que busquen ayuda o escapen. Debido a que se encuentran de forma ilegal y sin documentos, no suelen confiar en la policía u otros funcionarios, o de obtener los derechos como ciudadanos que les permitirían recibir los servicios”, establece la publicación. Tal la situación de unas 59 jóvenes latinoamericanas rescatadas por la policía española que vivían en condiciones de esclavitud en la península ibérica.

La denuncia de la desaparición de una menor tucumana en 2002 permitió el rastreo de un grupo con ramificaciones internacionales. Para los familiares de la menor Marita Verón la lucha continúa, ellos creen que su hija está cautiva con vida. Lograron que la justicia de su provincia moviera el expediente que descansaba en los archivos activándose las pesquisas a cargo del comisario Jorge Tobar, quien misteriosamente había sido apartado del caso por orden de una fiscal. La presión de su madre, Susana Trimarco, motivó que el fiscal de la Cámara de Apelaciones en lo Penal tomara cartas en el asunto obligándole a la fiscal a reabrir la causa, constituyéndose en un ícono de la lucha contra el tráfico de personas en el norte argentino.

UNICEF establece en el estudio difundido a fines del año pasado que “los niños y niñas víctimas de la trata son casi invisibles para los expertos en estadísticas. Es notoria la dificultad que entraña la obtención de datos sobre estos niños y niñas, y es imposible recopilar estadísticas mundiales que ofrezcan alguna fiabilidad. Sin embargo, se calcula que la trata afecta a alrededor de 1,2 millones de infantes todos los años. Aunque la trata es una práctica oscura para la que no existen reglas particulares ni secuencias predecibles, es posible determinar algunas tendencias regionales dominantes.

En el caso de las chicas santiagueñas, la región noroeste de la Argentina parece ser muy rentable el negocio de la compra de niñas. Jóvenes que se convierten en marcadoras o reclutadoras usándolas para convencer a otras menores de adentrarse en el mundo de la prostitución infantil a cambio de comida, ropa y una vida mejor. Se trata de un peligroso cóctel que reúne a las condiciones de extrema pobreza en que viven, las complicidades policiales, las debilidades de un sistema judicial negligente y el accionar de grupos mafiosos que se mueven con total impunidad.

Pobreza infantil alta en una economía en crecimiento

Los últimos datos oficiales sobre la pobreza en la Argentina en 2005, difundidos por el INDEC, permiten alentar esperanzas de revertir las condiciones propicias para la instalación de un negocio ilegal tan lucrativo como cuestionable. El país está revirtiendo las alarmantes estadísticas de pobreza infantil que se subieron hasta las nubes tras la crisis institucional de 2001, al rozar el 65 por ciento el porcentaje de menores de 14 años sumidos en la pobreza y la indigencia. “Se está empezando a advertir un cambio interesante en referencia a la distribución del ingreso”, sostiene UNICEF. En efecto, las últimas estadísticas nacionales marcan que el 54,6 por ciento, unos 5.6 millones de chicos pobres, tienen ingresos que nos les permiten comprar los alimentos básicos.

Los estudios revelan que las provincias del norte y el litoral del país resultan ser las más castigadas por el flagelo de la pobreza infantil, con casi el 70 por ciento. Según esas condiciones, la OIT advierte de una riesgosa migración de niños y adolescentes a los grandes centros urbanos en busca de nuevas perspectivas de vida. Muchos entrarán en el circuito informal como asistentes de albañiles en la construcción o en la confección de calzados, bijouterie y prendas de vestir en emprendimientos familiares y pequeños talleres donde las condiciones nunca son las mejores. Otros buscarán mejor suerte en las esquinas de las grandes avenidas pidiendo monedas, abriendo las puertas de autos, taxis y remises o limpiando los parabrisas de los automóviles. O en las tareas domésticas en casas particulares o a la carga de pesados carros con cartones y otros objetos de desecho.

Los niños y niñas sometidos a trabajos “forzados” se encuentran entre los más invisibles, tal como definen los técnicos de la OIT, “alrededor de 8,4 millones de niños y niñas trabajan en algunas de estas circunstancias horribles: sometidos a la servidumbre por deudas y a otras formas de esclavitud, atrapados en la prostitución y la pornografía. Lejos, demasiado lejos de los juegos y la escuela.

“La conducta sexual suele considerarse una cuestión privada, por lo que algunas comunidades se muestran reticentes a actuar e intervenir en casos de explotación sexual. Ciertos mitos, tales como la creencia de que el VIH/SIDA puede curarse manteniendo relaciones con una virgen, los avances tecnológicos como Internet, que facilitan el acceso a la pornografía infantil y el turismo sexual con niños y niñas, son todos factores que contribuyen a hacerles más vulnerables”, afirman los especialistas.

Datos oficiales revelan que en un año la pornografía infantil en Internet se quintuplicó en Argentina frente a los avances tecnológicos en los últimos años, el acceso masivo a la red, el aumento de la pobreza y el tráfico de pornografía infantil en el país, que impulsaron la producción, consumo y tráfico pedófilo. Una realidad que conmueve y exige a toda una sociedad a reclamar a sus autoridades la existencia de un instrumento legal que castigue este tipo de delitos que arremeten contra los derechos de niñas, niños y adolescentes en la Argentina del siglo XXI.

En ese sentido, las campañas de información tienden a marcar que se trata de proteger a las generaciones futuras, a niños y niñas de comunidades marginadas que carecen de los servicios esenciales como la atención de la salud, la educación y la protección. Se pone el acento en los peligros que corren los menores que sufren abusos contra la protección infantil. Mensajes que llaman la atención de la opinión pública sobre una realidad que nadie puede negar. Ni la sociedad y sus organizaciones, ni el Estado y sus instituciones. O se corre el riesgo de forjar un país con un ejército de excluidos, marginados y desprotegidos en manos de bandas y grupos ávidos de mayor mercancía humana para alimentar un cada vez más floreciente mercado mundial de sexo con infantes.

Claudio Morales*

*Periodista. Corresponsal, Colaborador y Productor Periodístico de medios de comunicación argentinos y del exterior. Director fundador del Grupo Pasteur, primer colectivo multimedia cultural-educativo juvenil de la Argentina
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