Radio Pasteur grabó un especial sobre los 60 años de la radio comunitaria más antigua de Latinoamérica (2007)

El colectivo Grupo Pasteur y el Taller de Periodismo del Colegio 19 "Luis Pasteur", con su producción radiofónica Radio Pasteur grabaron un especial dedicado a los 60 años de Radio Sutatenza, la emisora comunitaria más antigua de Latinoamérica, en el marco de un concurso internacional organizado por AMARC, Asociación Mundial de Radios Comunitarias.


60 AÑOS DE UNA SINGULAR EXPERIENCIA COMUNITARIA

En 1947 se iniciaron las transmisiones de radio comunitaria desde el remoto poblado de Sutatenza, en las montañas de Boyacá. Con un sentido educativo, el cura párroco José Joaquín Salcedo daba inicio a una experiencia que recorrió el mundo. En 1990, por problemas financieros y la presión de la radio privada se cerró la emisora que, desde la onda corta, pudo ser escuchada en todo el planeta.


Corrían las décadas de los años treinta y cuarenta en Colombia. La radio, al mejor estilo de lo que sucedía en la radio comercial de Estados Unidos, sufría importantes cambios que la condicionarían hasta el presente. Así, destacadas empresas comerciales compraban medios radiales: una marca de jabón o una sastrería de trajes incorporaba al medio para su difusión publicitaria. Había nacido en 1929, durante la presidencia de Miguel Abadía Méndez, con los colores sonoros de HJN -la antecesora de Radiodifusora Nacional de Colombia-, y luego, con la emisora HKD -posteriormente denominada La Voz de Barranquilla-.

La radio marcó la delantera a los cambios económicos y sociales que se habrían de registrar años más adelante. El país llegó a contar con 38 emisoras que saturaban la capacidad de la banda de 31 metros en la onda corta, además de iniciarse el experimento de la transmisión en la banda de 60 metros. Una fuerte disputa por la sintonía de la radio llevaría, a partir de 1937, a una apertura en los horarios de transmisión a más de 12 horas diarias. ¡Toda una aventura para aquellos tiempos! Era una radio familiar y amigable, donde se identificaba al público de una manera de una manera sencilla. Los locutores o speakers, con una contagiosa camaradería, impregnaban a las transmisiones de radio de un sello distintivo característica de aquellos años de oro. Por ejemplo, los memoriosos recuerdan frases, a la hora del almuerzo o de la cena, “Rosita, téngame listo el almuerzo que ya voy para allá… Sigan disfrutando de la mejor música”.

Pero, también la radio en el formato de información y entretenimiento se hacía un lugar en el dial bogotano. Los espacios de noticias adquirieron un importante lugar, en un mundo seriamente impregnado de muerte y destrucción. En las calles, los transeúntes se juntaban en torno a tiendas y almacenes para escuchar la última noticia de la gran guerra de Europa. Las ventas de receptores de radio crecían en paralelo con la avidez que despertaba en la ciudadanía la escucha de voces y sonidos extraños para una sociedad donde la política local de tinte bipartidista (conservadores y liberales) le daba a la radio un color especial, a la par de gobiernos que miraban al medio con cierta desconfianza aunque algunos visionarios entendían que las broadcastings pasarían a desempeñar un rol estelar en la vida nacional colombiana.

Decididamente, lo que acaparó la atención de los oyentes fueron las recordadas transmisiones de radioteatros o radionovelas, que hacían llorar a las mujeres en sus hogares. Famosas compañías de teatro fueron contratadas para representar las obras de autores colombianos y de la escena universal los micrófonos en auditorios dónde el público presenciaba la emisión de un programa de radio en vivo, mientras del otro lado de los cables y las antenas, millares de amas de casa seguían con atención sus programas preferidos. Había nacido una nueva manera de seguir a la radio. Y con el silencio de las armas en el mundo, un nuevo fenómeno sacudiría a las grandes ciudades, con la irrupción de las grandes cadenas como RCN o Caracol, conglomerados de estaciones que de la mano de emporios comerciales dominarían el dial de los centros urbanos más importantes.

Los orígenes de la otra radio

Entre los años 1930 y 1946, el partido liberal gobernó a la nación colombiana en el marco de serios enfrentamientos con su rival conservador. Eran paisajes de la escena política interna, las revanchas, los conflictos y los odios transmitidos hereditariamente de generación en generación. Ante divisiones internas, los conservadores retomaron el poder presidencial en 1946, con Mariano Ospina Pérez, pero sin alcanzar la mayoría en el Congreso. En un grado de creciente violencia política, sobre todo a partir del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, en 1948, y la abstención del partido liberal en las elecciones presidenciales de 1950, que facilitó el triunfo del conservador Laureano Gómez, se abrieron las puertas a una durísima violencia bipartidista en Colombia, que significaría la muerte de más de 200.000 personas en la década posterior.

Para entender el grado de conmoción interna, vale mencionar que en el año 1947, más de 14.000 colombianos habían sido víctimas de la violencia política. En efecto, a partir del asesinato de Gaitán, se dio inicio al período conocido como La Violencia, cuando regiones tradicionalmente fieles a uno u otro partido se enfrentaron contra miembros de otros partidos políticos. En esos tiempos, desde el bando liberal se organizó un grupo guerrillero en la Cordillera de San Andrés. Un total de 36 grupos diferentes se organizaron simultáneamente en el país.

En ese contexto de violencia, en las montañas de Boyacá el municipio de Sutatenza vio nacer una experiencia que con el tiempo traspasó las fronteras nacionales: Radio Sutatenza. A cargo de la iglesia católica local, se levantó una radio para la difusión de la doctrina cristiana entre el campesinado, y la divulgación de conocimientos y habilidades para el desarrollo de la región del Valle de Tenza, donde casi el 80 por ciento de su población era pobre y analfabeta, el alcoholismo era la causa principal de la violencia social. Una comunidad que se hallaba aislada al no contar con ninguna fuente de información ni de entretenimiento. Sólo les quedaba a los lugareños el acto de emborracharse cada domingo.

Con apoyo del gobierno conservador y la necesidad de ampliar la cobertura radial en las regiones campesinas más apartadas de la vasta geografía colombiana, el cura párroco José Joaquín Salcedo se estableció para la instalación de una estación de radio local para la difusión de programas educativos, con un modesto transmisor artesanal de 90 vatios, bajo el prefijo HK7HM según la licencia otorgada por el Ministerio de Comunicación de Colombia. Se habían echado las bases de la primera experiencia de radio comunitaria en el mundo.

El 16 de octubre de 1947 se dio inicio a las emisiones con el primer programa cultural, música interpretada por campesinos del municipio. Una estación local que rápidamente se ganó un lugar entre el campesinado y los pequeños poblados de la región.

Sueños de un visionario: el Padre Salcedo

A su arribo a Sutatenza, el joven cura descubrió un paisaje que lo atrapó de inmediato. Alfredo Gumucio, en su obra periodística Haciendo Olas, trazó un bosquejo del lugar que recibió al padre Salcedo y pintó con singularidad de precisiones al visionario. "Desde la plaza se domina un inmenso paisaje de colinas verdes, separadas aquí y allá por las manchas blancas de los pueblos, cada cual con su campanario de iglesia. El paisaje se despliega en una serie de colinas con crestas cada vez más altas, hasta que el horizonte se pierde detrás de una elevada cadena de montañas, majestuosa, oscura y melancólica. Aún hoy el camino hacia Sutatenza está sin pavimentar y lleno de huecos, de modo que en agosto de 1947 era sin duda horrendo para un ómnibus destartalado y pintado en colores vivos, que trepaba hacia el pueblo. Salcedo estaba entre los pasajeros. Parecía de otro mundo, sentado entre campesinos ataviados de ponchos, con sus canastas de productos agrícolas, gallinas y otros similares. Era muy alto y de pálida complexión heredada de sus antepasados anglosajones. En su rostro huesudo se destacaban sus penetrantes ojos oscuros, y siempre llevaba la intensa expresión de un hombre que tenía una misión que cumplir a cualquier precio”.

Cuando se hizo cargo de la parroquia de San Bartolomé, el sacerdote José Joaquín Salcedo se encontró con una comunidad de 8.000 personas que estaba apartada del territorio nacional, con lo que inmediatamente propuso la construcción de una sala de cine para la proyección de filmes de 16 mm. con un proyector de su propiedad. Montó un auténtico cine al aire libre en la plaza del pueblo para permitir que toda la comunidad se congregara a apreciar algo que pocos conocían, hasta que se levantara el centro cultural. Para combatir el analfabetismo, se dio a la tarea de realizar actividades educativas. Organizó un club de ajedrez, movilizó eventos musicales locales y fomentó el juego de campeonatos de fútbol y de basket en el poblado.

No conforme con lo realizado, era necesario el montaje de una pequeña radio que llegara hasta los hogares más apartados del municipio, para comunicar y educar a esas aisladas comunidades. Pero, Salcedo fue enviado a Sutatenza según la investigación realizada por Gumucio, “para ayudar al cura del pueblo, un clérigo muy tradicional, sus actividades principales consistían en mantener el cofre de la iglesia siempre lleno y en fustigar a su congregación durante interminables sermones dominicales, salpicados de frases en latín y en griego para lucir su erudición frente a su rebaño de ignorantes”.

Como recuerda el autor de Haciendo Olas, “Salcedo tuvo problemas con su superior, cierto domingo, poco después de su llegada, el cura invitó a Salcedo a predicar el sermón. Salcedo aceptó, pero una vez en el púlpito expresó ante la congregación que no tenía intención de hacer un sermón sino más bien de abrir un diálogo sobre la manera de mejorar las condiciones de vida de la comunidad. Los más arriesgados de la congregación empezaron a hablar de los problemas. Salcedo propuso que con el concurso de todos construyeran un teatro, él proporcionaría el proyector y las películas. La respuesta fue literalmente apabullante”.

Radio Sutatenza, la primera radio comunitaria del mundo

Así, un año después, con la inauguración oficial de la emisora y los permisos oficiales, llegaba desde los Estados Unidos un transmisor General Electric de 250 vatios de potencia y la donación de un centenar de receptores de radio para fomentar la difusión de la radio en la zona de influencia de la parroquia, con la obtención de la licencia legal en 1949, Años después, un nuevo apoyo de la empresa General Electric recibió la incipiente Radio Sutatenza, con unos 150 nuevos aparatos de radio, un nuevo transmisor de 1.000 vatios de potencia, una nueva antena y accesorios para la broadcasting.

El cura párroco Salcedo, alias “El Profesor Invisible”, un entusiasta radioaficionado que siempre entendió la importancia de la radio como vehículo difusor de cultura y educación para los adultos en las zonas rurales más apartadas de Colombia, descubrió que Radio Sutatenza no sólo era escuchada en el municipio de Boyacá sino también en un número importantes de provincias y municipios del país en un radio de 1.000 kilómetros. Sus oyentes, conocidos como “los estudiantes”, se juntaban en las mañanas o en las tardes en los respectivos vecindarios para la escucha de los programas y la discusión de los contenidos. Por cierto, que las ondas de la radio de provincia podían escucharse puertas afuera de la nación cafetera, como si se tratara de una emisora local de Guatemala o El Salvador. Quedaba demostrado el poder de la onda corta.

El papel de la radio en tiempos de conmoción interna se vio favorecido con la explosiva aparición del radio a transistores Realistic. Un diminuto radio portátil, que podía ser guardado en el bolsillo de la camisa, fue lanzado el 18 de octubre de 1954. Esta tecnología de los nuevos radios portátiles cambió totalmente las costumbres de las gentes. Ya no se tenía que estar pegado a una radio en la sala de la casa para estar al tanto de los eventos. Hasta se presentaron disgustos de las gentes con los locutores, ya que los asistentes a los estadios de béisbol y fútbol, principalmente, veían que era diferente lo que se decía con lo que pasaba en la realidad. El apretado partido que se narraba a voz en cuello, no dejaba de ser un encuentro tosco y de baja calidad.

El trabajador del campo podía escuchar la radio mientras ordeñaba su vaca o viajaba montado en su burro. La desaparecida Radio Sutatenza y el gobierno nacional, financiaron radios a transistor portátiles para sus estudiantes campesinos del "Bachillerato por Radio", a través de los Almacenes de Provisión Agrícola de la también fenecida Caja de Crédito Agrario, Industrial y Minero.

Una nueva etapa se iniciaba en 1968, con el traslado de las oficinas y la planta transmisora a Bogotá, que recibirían la bendición de Paulo VI ese mismo año en un evento recordado de la época. Además, se decidió la apertura de nuevos transmisores en las ciudades de Cali, Barranquilla, Magagüey y Medellín, con fondos provenientes de la Iglesia Católica de Alemania y de otros países del viejo continente. Con una potencia de 250 kilovatios, Radio Sutatenza transmitió desde la capital en la frecuencia de 810 kilohercios hasta los comienzos de los años noventa. Se estaba en presencia de la estación radial más potente de Colombia, en tanto que el religioso fundador de Radio Sutatenza estaba a la cabeza del programa radial de educación de adultos.

Radio Sutatenza formó parte de la Acción Cultural Popular (ACPO), que fuera creada para la expansión de la educación a distancia y de adultos a más de ocho millones de personas en las áreas rurales. El periodista Alfonso Gumucio Dragón definió los objetivos de la estación, “llegar a la población con un programa de capacitación basado en cinco ejes: salud, alfabeto, números, trabajo y espiritualidad; los programas incluían temas de higiene y primeros cuidados de salud, lectura y escritura, aritmética elemental, mejora de la productividad agrícola y reconocimiento de la dignidad humana”. Además de la emisora, el religioso había instalado el periódico "El Campesino", bibliotecas rurales y programas de capacitación para campesinos. Más adelante, se sumaron otras publicaciones como la Cartilla Básica (conocimiento del alfabeto y los números), Nuestro Bienestar (principios sobre salud), Hablemos Bien (lenguaje), Cuentas Claras (aritmética) y Suelo Productivo (agricultura).

En relación al formato de los programas de Radio Sutatenza, éstos se realizaban en dos formatos diferentes de programación. El programa A, un formato amplio que alternaba deportes y entretenimiento, con segmentos educativos; en tanto que el programa B se concentraba en la capacitación sistemática, con una permanente repetición de las lecciones con el fin de facilitar el aprendizaje de los grupos de estudiantes.

En su libro, Gumucio Dragón señaló que “Radio Sutatenza fue pionera en promover los ideales de lo que por entonces se llamó la "educación integral fundamental", un concepto que subraya la necesidad de ayudar a la gente a asumir la responsabilidad sobre su desarrollo, reconocer su potencial para progresar e identificar el valor de sus propios recursos”.

Acerca de la labor de la ACPO, el periodista afirmó que “estableció objetivos que incluían, además de la alfabetización y de la aritmética elemental, mejoras en la salud familiar, en las técnicas de cultivo, higiene y medio ambiente, contabilidad, desarrollo de la capacidad crítica en temas sociales, participación comunitaria, derechos humanos, principios éticos y religiosos, etc. Para alcanzar esos objetivos, ACPO integró en su estrategia instrumentos de comunicación interpersonal y masiva, incluyendo libros de texto, periódicos, discos y capacitación participativa”.

El rico legado de Sutatenza

El padre José Joaquín Salcedo, con su proyecto de radio comunitaria y educativa, nunca se imaginó los alcances que adquirió el proyecto con los años, tanto en la nación colombiana como en los países vecinos en Sudamérica. La visión de encarar la radio desde una integración de medios y educación, se constituyó en una semilla que inspiró la realización de otras experiencias en el continente, en África y Asia. Como el caso de los capuchinos, quienes se inspiraron en la experiencia de Radio Sutatenza para integrar a la población aislada y dispersa a los beneficios de los centros urbanos. Así surgió la Fundación Radio Escuela para el Desarrollo Rural (FREDER), con la radio “La Voz de la Costa” como la emisora madre con la misión de alimentar las escuelas radiofónicas para el desarrollo, cultural y social de la población campesina, en agosto de 1968.

Como señaló Gumucio en su obra, “la emisora fue pionera en el uso de la radio con objetivos educativos, particularmente en la educación de adultos rurales, campesinos pobres. A pesar de su modesto origen, Radio Sutatenza se convirtió rápidamente en una potencia en la lucha contra el analfabetismo en Colombia. Salcedo tuvo éxito en demostrar que una educación crítica es el medio adecuado para que los campesinos y pobladores rurales participen en condiciones de igualdad en el desarrollo y en el mantenimiento de los valores sociales de justicia, equidad y democracia”. La experiencia de Radio Sutatenza se considera el inicio de la alfabetización por radio.

Radio Sutatenza logró transmitir más de un millón y medio de horas de programación. La ACPO imprimió un total de 76 millones de ejemplares de El Campesino, distribuyó más de diez millones de libros y capacitó a 25.000 líderes campesinos y promotores rurales. Sin embargo, la rica labor educativa y comunicacional del proyecto Radio Sutatenza se topó con numerosos obstáculos. El recuerdo del periodista Gumucio, “aunque Radio Sutatenza fue la primera radio comunitaria que abrió el camino para muchas otras experiencias de comunicación participativa, acabó siendo la víctima de su propio éxito. Los componentes de participación comunitaria que caracterizaron al principio a Radio Sutatenza fueron sacrificados en beneficio de una mayor influencia en la educación formal y no formal a escala nacional. El enfoque participativo no pudo mantenerse mientras el proyecto se transformó en un modelo cada vez más centralizado, con sede en Bogotá, la capital de Colombia. La propuesta ganó desde el punto de vista de cobertura institucional, pero en cuanto a la participación popular, perdió su inicial ingrediente innovador”.

El reconocido investigador Luis Ramiro Beltrán trazó una definición a la experiencia que, con el apoyo del Estado y luego también contando con un sustancial subsidio extranjero, “ACPO-Radio Sutatenza constituyó, en su momento de auge, el primer caso exitoso de comunicación institucionalizada de apoyo al desarrollo de Latinoamérica”.

Además, en Haciendo Olas, se identificó otra de las causales que conspiró contra el proyecto, “el contexto político en el país también afectó a Radio Sutatenza en el correr de los años, para proteger a la organización de las presiones del Gobierno y del intento de ser acaparada por una ONG (propiedad de la hija del Presidente Rojas Pinilla), ACPO cambió su estatuto legal al de una institución de la Iglesia, lo que en última instancia la expuso a las presiones de la Iglesia Católica, con consecuencias de mucho alcance.

Ello, en aquel entonces, le valió fuertes críticas. Como en 1960, cuando Camilo Torres -el sacerdote y sociólogo que se hizo famoso al unirse a la guerrilla- trazó una dura evaluación sobre las Escuelas Radiofónicas (ACPO-Radio Sutatenza), “el programa era demagógico y dañino para los campesinos”. Una fuerte controversia entre Salcedo y Torres que los distanció definitivamente. Torres acusó a Salcedo de ser un anticomunista "ciego y ridículo", argumentando que las campañas de Radio Sutatenza contra el comunismo incitaban al odio y a la violencia. Muchas cosas habían sucedido ya en el país. La década de los sesenta fue crucial: la Revolución Cubana de Fidel Castro, la Teología de la Liberación. En los setenta: el auge de los movimientos populares y de resistencia paralelos a la creación de regímenes totalitarios ampliaron el concepto de la radio social, convirtiéndola, en algunos casos, en verdaderos focos de resistencia ante injusticias sociales, políticas represivas e, incluso, golpes de Estado.

Ejemplos al pasar, el caso de las Radios Mineras de Bolivia, emisoras sindicales que informaron del golpe militar del General García Maeza, en 1980, hasta que los disparos sustituyeron a la voz del locutor; o el caso de Radio Quillabamba en Perú, que era la única que contaba los enfrentamientos entre Sendero Luminoso y el ejército cuando nadie quería hablar del tema.

Acosada por serios problemas financieros y administrativos, y frente a la dura presión de los poderosos conglomerados mediáticos, en 1990, Radio Sutatenza fue clausurada y sus instalaciones fueron vendidas a la Cadena Caracol, una de las mayores redes de emisoras comerciales de Colombia que pisa fuerte en Latinoamérica. El único vestigio de su existencia quedó sellado para la posteridad en el escudo oficial de la localidad de Sutatenza, en cuya parte central sobresale una antena de radio símbolo de las escuelas radiofónicas, por lo cual Sutatenza pasó a ser conocida internacionalmente.

Así se acallaron para siempre las voces de los protagonistas que cambiaron el concepto de hacer radio en Colombia.

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