Bulimia y anorexia: cuando la realidad es otra

El Taller de Periodismo del Colegio Nº19 “Luis Pasteur” participó en el 1º Certamen Nacional de Producciones Escolares 2007, que organizó el Ministerio de Educación de la Nación, con una investigación periodística sobre bulimia y anorexia. Un equipo integrado por Mariana Leibinstein, Micaela Del Gaudio, Ana Sorín y Pablo Lavandeira concluyó con un trabajo periodístico especial.

Es una historia real. De eso trata esta nota periodística. Una de esas chicas se llama Carla. Está en un ciber. Ella le pide una computadora al empleado que la atiende, quien come una factura y con tanta gracia deja caer el dulce de leche por las comisuras de la boca. Se le hace un nudo en el estómago. Piensa y le saca de quicio, "¡qué injusto es el mundo!". Torbellinos en su interior, otra vez por nervios o por el dolor que le inflige el recuerdo. Quizá solo le duele por el día y medio que lleva sin comer, pero la palabra "gordura" se le retuerce en el cerebro mientras camina hacia la máquina dos, como le indicaron.


Se conecta. Miles de personas se abren y ella se vierte en la información como si quisiera absorberla, retenerla y no dejarla ir. Claro, sin engordar un gramo. Entra a un fotolog que parece ser muy popular, la dueña exhibe su cuerpo y publica dietas, consejos, tips como le llaman ahora. Muchas adeptas le firman agradeciéndole, aconsejandole, elogiándola. Parece un club de fans, de pobres chicas que no tienen más que la aprobación ajena. Necesita ayuda. Está conectada y empiezan a escribir.

-Carla: Disculpá que te agregué así de tu fotolog.


-Claudia: ¡Está bien, pasa siempre!


-Carla: Pensé que podrías ayudarme con mi problema. Con mi gordura.


-Claudia: Puedo ayudarte, como ayudo a las demás publicando las dietas y métodos.


-Carla: Eso está bien, pero, ¿cómo no comer? Las ganas no me las quita nadie.


-Claudia: No se trata de no tener hambre sino de entender que querés otra cosa, que la comida te infecta, que vos podés ser más pura que los demás. Esto es un estilo de vida.


-Carla: ¿Cómo me saco el hambre?


-Claudia: Así. Entendiendo que no querés comer. Avergonzándote de lo que sos, comiendo frente a un espejo hasta que te de asco y quieras vomitarlo todo. Viene con el tiempo todo este sentimiento, por ahora hacé dietas y pensalo.


Escena 2: El Encuentro


Pasados unos días siguió la historia. Carla pensaba, "¿cómo se podría controlar? ¿cómo se podría prestar más atención? ¿cómo podría ser aceptada por los flacuchos de los amigos de su novio? Ellos, tan superficiales, tenían razón: estaba gorda". Volvió al ciber. Estaba ansiosa por hablar con su amiga. Lo hace, pero se entera que su consejera (Claudia) está metida en la batalla de la bulimia y la anorexia hace tres años y medio. Mientras hablaban sobre cuestiones como las dietas, Carla comprendía que a partir de ahora el enfrentamiento contra su cuerpo iba a ser feroz. Arreglaron para verse, aunque quizá suene como un acto de caridad, está realmente emocionada. Es la única persona en este momento que la entendía, se sentía desilusionada de sus amigas, de la falta de contención sólo Claudia la comprendía.


Al llegar a la casa de su amiga Claudia se encontró con un mundo distinto y una persona con proyectos y metas a alcanzar ya, terminó el secundario, estudiará hotelería. También le contó que no tenía hermanos. Ella parecía destacarse y tener éxito en todo lo que emprendía.


Más que nunca pensaba que era la indicada para ayudarla con su gordura. "Sentate, ponete cómoda", le dijo indicándole un sillón nuevo y mullido. "Ya vengo, voy a buscar algo", acotó.


"Este es mi mayor tesoro", irrumpió Claudia mientras bajaba por las escaleras. Traía consigo una caja forrada con fotos de modelos, la apoyó en una mesa y la abrió. Carla seguía admirando la silueta de su nueva amiga.


Escena 3: El Diario


Sonó el timbre de la casa. "¡Qué raro! ¡nunca viene nadie!" dijo. Carla aprovechó el momento para mirar el interior de esa caja misteriosa. Vio fotos, metros y laxantes. Encontró un diario íntimo. No pudo negarse a la tentación de bucear en su interior. "Mi querido diario. Un día más sin ser quién soy. Pero, ¿yo, quién es yo? Hoy es la del corazón. Yo no tengo madre, no la conocí lo suficiente para recordarla. La odio por haber muerto, por haberme privado de cariño y compañía. Y mi padre… pobre. Me abrió las puertas a un mundo de lujo, de fiestas, ropa. Sólo calma la culpa que siente por no saber qué hacer conmigo, no está nunca… Seguramente fue igual con mamá. No tengo a quien recurrir. No quiero espantar a mi novio con todo esto, ni pinchar la burbuja de la felicidad en la que viven mis amigas. Soy capaz de muchas cosas que no querrán saber. ¿Qué hago? Nada. Tiempo invertido en estudio, excelentes notas, cursos varios, simpatía extrema. Eso es nada y me odio, lo cierto es que me acostumbré a no querer comer. Voy a ser perfecta y si duele a nadie le importa".


Ella (Carla) escuchó la puerta y escondió el diario de su amiga Claudia con vergüenza. "Otro sobre para papá, él sí que se la pasa ocupado", dijo escondiendo una lágrima.


Habiendo ya pasado toda una tarde, el reloj le indicó que ya era hora de volver. La acompañóhasta la parada y se despidieron con un dejo de tristeza. Luego de haber cenado los ñoquis de su mamá con toda la familia que estaba de visita, pensó que cada bocado fue una piedra. Y la culpa la condujo al baño, donde entre lágrimas y desesperación pensó en quienes jamás comprenderían lo que ella estaba pasando. Repentinamente se dio cuenta que ya había vomitado.


Un Final Abierto


Desde aquella noche ya han pasado dos meses. Carla siguió viendo a su amiga, a pesar de que Claudia se conectara cada vez menos. La última vez estaba pálida, con ojeras. La ropa le quedaba muy holgada y su humor estaba cambiado. Ante esto, la amiga (Carla) comenzaba a preocuparse por la suerte de su compinche, "¿por qué pasaba esto, tantos cambios?" pensaba en voz alta. Un día se levantó con la idea de visitar a Claudia, pues su ausencia se había vuelto cotidiana y eso -en esas circunstancias- no era muy alentador. "¿Era por ella, había hecho algo mal?", se interrogaba. Decidida a encontrar una respuesta, una tarde se tomó el 152 sin ningún aviso porque sabía que la amiga iba a estar en su casa.


Llegó y por una fracción de segundo se paralizó totalmente, luego se incorporó en la escena y vio como trasladaban a su amiga en una camilla hacia el vehículo. Antes que arrancara le preguntó al enfermero a qué hospital se dirigían. La ambulancia se marchó y Carla se quedó con el corazón en la boca. No dudó en ir a verla, no era lejos. Cuando llegó al hospital vio al padre hablando por el celular, se acordó del diario de Claudia en relación a la poca presencia del padre en su vida.


Aturdida y apurada siguió las indicaciones de los empleados hasta encontrar la habitación. La vio desde la cerradura. La puerta se abrió y de allí salió el médico. No le permitieron verla. Ella estaba desesperada, se sentó en el suelo intentando descifrar cómo es que a alguien tan genial le puede pasar algo tan fuerte. Mientras tanto, el médico se encontraba con el padre a unos metros de ella. Su sollozo le impidió oír con claridad, sólo alcanzó a escuchar las palabras "bulimia", "anorexia", "corazón", "huesos". Se estremeció. Evitó creer que había escuchado "cáncer". Vio al padre de Claudia golpear una pared con una leve lágrima brotando de su ojo. No se animó a saludarlo ni a decirle nada, "¿cómo puede ser que esté así si nunca había cuidado de su hija?".


Ya en su casa notó que no había nadie, tan sólo un plato cubierto con un repasador sobre la mesa, y una nota que decía "Carla, nos fuimos a lo de la abuela y vamos a tardar, te preparé milanesas, espero que te gusten". Esta vez no pensó en lo mucho que quería adelgazar, ni en princesas, ni en fotos, ni metros. Por primera vez en mucho tiempo, se sentó en la mesa sin la sensación de querer abandonarla. Pensando en su madre comió un poco de lo que había dejado, pero pensando en Claudia se puso a llorar: "Mamá, necesito ayuda" gritó por teléfono y esperó.

Producción: Taller de Periodismo.

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