En 2006 se cumple un cuarto de siglo de la aparición en los medios de la primera noticia vinculada con el contagio por el virus VIH/SIDA. A pesar del tiempo transcurrido, todavía hay mucho por hacer para detener las prácticas de discriminación frente a la pandemia. En Villa Devoto, el Taller de Periodismo del Colegio 19 “Luis Pasteur” practicó un ejercicio de reflexión sobre sida y discriminación en la Argentina y el mundo. El caso que motivó el alerta: la decisión de las autoridades migratorias de Estados Unidos de negarle la visa de ingreso al actor y humorista Fernando Peña por ser portador de VIH, el año pasado, con escasa repercusión en los medios.
Un año atrás, la Embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires le informaba al actor Fernando Peña que su petición de visado para el ingreso al país todopoderoso del planeta había sido denegado. Así quedaba al descubierto una oscura política discriminatoria puesta en práctica por las autoridades de inmigración de la administración Bush con los portadores del virus VIH/SIDA que desearan viajar al gigante norteamericano frente a un extraño silencio de una buena porción de la prensa argentina.
El presidente de la Sociedad Internacional de Sida, el prestigioso infectólogo argentino Pedro Cahn, criticaba con firmeza la medida, “parar una epidemia con barreras migratorias no sólo es discriminatorio sino un atentado contra los derechos humanos”. Ésta se sostendría en la ley 212ai, “ninguna persona portadora del virus VIH es elegible para otorgarle la visa para entrar a los Estados Unidos”. Para la legislación migratoria estadounidense, “una persona solicitante puede ser rechazada si tiene algunas enfermedades infecciosas como la tuberculosis activa, gonorrea, sífilis, herpes, VIH o lepra”. Una visión diferente manifestaba el constitucionalista Daniel Sabsay, “se trata de una enfermedad que no tiene riesgo de contagio masivo, no es la fiebre amarilla ni otra peste de la Edad Media”.
Desde el Taller de Periodismo del viejo Nacional 19 se alzaban voces de rechazo frente a una decisión claramente violatoria de la normativa del derecho humanitario internacional y de las convenciones internacionales de derechos humanos. Fue la alumna Caty Antognini quien primero puso en duda la decisión de las autoridades inmigratorias, “no sé de qué desarrollo hablo porque un país desarrollado se supone que carece de ignorancia, por ende tendría que saber que el sida no es una enfermedad que se contagie involuntariamente”. Con contundencia afirmó la joven, “lo peor es que esto es una ley en ese país y a causa de esa ley se le impide la entrada a dicho país a cualquier persona con VIH que sea sincera y lo diga, ya que si no lo dice nadie se entera y aquí no ha pasado nada. Todo esto no es más que una gran discriminación ignorante que viola los derechos humanos”.
En ese sentido, el doctor Pedro Cahn afirmó que “la medida sirve sólo para que la gente mienta en las declaraciones”. El alumno de cuarto año, Maximiliano Vadell Cosin, manifestó que “para decirlo en otras palabras, para la Embajada estadounidense, para Estados Unidos tener VIH positivo es un crimen, es casi como ser un terrorista o un ladrón buscado por todo el mundo”. Ornella Boasso sostuvo que “a una persona se le impidió conseguir la visa para entrar a los Estados Unidos porque es portador del virus del sida, es decir, se discriminó a una persona sólo porque tiene una enfermedad y las medidas de seguridad no son excusa”. La alumna se preguntó, “¿cómo puede ser que una ley le niegue el ingreso a portadores de sida? Una cosa es la precaución, pero hay que reconocer que esto ya es demasiado. Y es bien irónico, un país como Estados Unidos, el país del “sueño americano”, haga ese tipo de barbaridades”.
Para su compañera de segundo año, Yamila Romero, “me parece que es absurdo lo de no dejar trasladarse a una persona a otro país con sida, porque en cuestión el sida sólo se contagia por medio de la sangre y el semen. Esto pasa en muy pocos países pero pasa”. Daniel Sabsay subrayaba sobre el particular, “es evidente que hay una tensión entre la libertad de tránsito y lo que es el concepto de lo que es la seguridad dentro de las fronteras de un país. En este caso, Estados Unidos prioriza el derecho a la salud de su población”. Micaela Del Gaudio opinó que “el punto es que supuestamente estamos hablando de una sociedad en la que los derechos tienen prioridad, que se supone que es justa. Hoy demostró ser ignorante al discriminar a este infectado, estamos hablando de una enfermedad cuyo medio de transmisión es la sangre. Por eso, no se puede poner como pretexto el hecho de que es contagioso”.
Un año atrás, la Embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires le informaba al actor Fernando Peña que su petición de visado para el ingreso al país todopoderoso del planeta había sido denegado. Así quedaba al descubierto una oscura política discriminatoria puesta en práctica por las autoridades de inmigración de la administración Bush con los portadores del virus VIH/SIDA que desearan viajar al gigante norteamericano frente a un extraño silencio de una buena porción de la prensa argentina.
El presidente de la Sociedad Internacional de Sida, el prestigioso infectólogo argentino Pedro Cahn, criticaba con firmeza la medida, “parar una epidemia con barreras migratorias no sólo es discriminatorio sino un atentado contra los derechos humanos”. Ésta se sostendría en la ley 212ai, “ninguna persona portadora del virus VIH es elegible para otorgarle la visa para entrar a los Estados Unidos”. Para la legislación migratoria estadounidense, “una persona solicitante puede ser rechazada si tiene algunas enfermedades infecciosas como la tuberculosis activa, gonorrea, sífilis, herpes, VIH o lepra”. Una visión diferente manifestaba el constitucionalista Daniel Sabsay, “se trata de una enfermedad que no tiene riesgo de contagio masivo, no es la fiebre amarilla ni otra peste de la Edad Media”.
Desde el Taller de Periodismo del viejo Nacional 19 se alzaban voces de rechazo frente a una decisión claramente violatoria de la normativa del derecho humanitario internacional y de las convenciones internacionales de derechos humanos. Fue la alumna Caty Antognini quien primero puso en duda la decisión de las autoridades inmigratorias, “no sé de qué desarrollo hablo porque un país desarrollado se supone que carece de ignorancia, por ende tendría que saber que el sida no es una enfermedad que se contagie involuntariamente”. Con contundencia afirmó la joven, “lo peor es que esto es una ley en ese país y a causa de esa ley se le impide la entrada a dicho país a cualquier persona con VIH que sea sincera y lo diga, ya que si no lo dice nadie se entera y aquí no ha pasado nada. Todo esto no es más que una gran discriminación ignorante que viola los derechos humanos”.
En ese sentido, el doctor Pedro Cahn afirmó que “la medida sirve sólo para que la gente mienta en las declaraciones”. El alumno de cuarto año, Maximiliano Vadell Cosin, manifestó que “para decirlo en otras palabras, para la Embajada estadounidense, para Estados Unidos tener VIH positivo es un crimen, es casi como ser un terrorista o un ladrón buscado por todo el mundo”. Ornella Boasso sostuvo que “a una persona se le impidió conseguir la visa para entrar a los Estados Unidos porque es portador del virus del sida, es decir, se discriminó a una persona sólo porque tiene una enfermedad y las medidas de seguridad no son excusa”. La alumna se preguntó, “¿cómo puede ser que una ley le niegue el ingreso a portadores de sida? Una cosa es la precaución, pero hay que reconocer que esto ya es demasiado. Y es bien irónico, un país como Estados Unidos, el país del “sueño americano”, haga ese tipo de barbaridades”.
Para su compañera de segundo año, Yamila Romero, “me parece que es absurdo lo de no dejar trasladarse a una persona a otro país con sida, porque en cuestión el sida sólo se contagia por medio de la sangre y el semen. Esto pasa en muy pocos países pero pasa”. Daniel Sabsay subrayaba sobre el particular, “es evidente que hay una tensión entre la libertad de tránsito y lo que es el concepto de lo que es la seguridad dentro de las fronteras de un país. En este caso, Estados Unidos prioriza el derecho a la salud de su población”. Micaela Del Gaudio opinó que “el punto es que supuestamente estamos hablando de una sociedad en la que los derechos tienen prioridad, que se supone que es justa. Hoy demostró ser ignorante al discriminar a este infectado, estamos hablando de una enfermedad cuyo medio de transmisión es la sangre. Por eso, no se puede poner como pretexto el hecho de que es contagioso”.
Su compañera, Noelia Ferrario, coincidía en ese punto, “este es un acto de discriminación e ignorancia de parte del gobierno de dicho país. Una persona portadora de VIH no presenta un peligro para la población de Estados Unidos y no tienen motivos para negarle la entrada a un país o deportarlo cuando ellos se llaman a sí mismos el país de la libertad. Este es un hecho hiriente, no sólo a nivel argentino, sino a nivel humano y hay que hacer algo al respecto”. Mariana Leibinstein, de cuarto año, se preguntó con mucha bronca, “¿ya se olvidaron de lo que es ser humano y de todo lo que implica poder disfrutar de ello, desde no poder expresarse hasta prohibirle la entrada al país a un portador de VIH?”.
Noelia Farías, en esa línea de pensamiento sentenció lo siguiente, “es imposible que, Fernando Peña, así como otros casos menos conocidos, no tengan permitido la entrega de la visa sólo por el hecho de ser portadores de VIH. Estos son actos que merecen el desprecio y la indiferencia hacia ese tipo de sociedad, para que quede bien claro el desacuerdo con esos humillantes actos”. Otra vez opinó Vadell Cosin, quien eligió la ironía al momento de expresar su repulsa, “en conclusión, más allá del caso de Fernando Peña, el gobierno estadounidense debería replantearse el concepto de democracia, libertad e igualdad o gobierno del pueblo. Y nosotros tendríamos que pensar en las contradicciones inéditas de ese país de la libertad”.
Hubo jóvenes que no sólo se impactaron con el tenor de la medida consular sino, básicamente, con el significado de esta aparente contradicción en el “país de la libertad”, “hubo una vez un país, con un sueño muy especial, pero con una historia llena de conspiraciones y mentiras. Los que lo veían de afuera lo suponían el lugar de la salvación, como un paraíso terrenal”, expresaba Alejandra Cruz, de 16 años. De nuevo, Caty Antognini, quien con sus 17 años dejó la siguiente impresión, “tras un buen rato de pensar de qué manera encarar el tema, sólo se me ocurre la palabra vergüenza. Una vergüenza que no es personal y ni siquiera nacional, una vergüenza que traspasa la frontera y se acentúa más cuando pienso que ese país, causante de su vergüenza, está entre los más desarrollados del mundo y es uno de los más poderosos -sino el más- a nivel económico”.
La legislación argentina, la ley 23.798 (de lucha contra el sida) dice que toda información es de índole confidencial, que no puede ser expuesta ni utilizada contra la persona portadora del virus. Lo contrario sería una flagrante discriminación. En ese sentido, dos opiniones expresan el repudio que sienten adolescentes porteños ante la postura del gobierno de Bush en la cuestión del ingreso a Estados Unidos de portadores de virus VIH. Una es la de Wanda Martínez (14), “la verdad es que no me parece nada bien lo que hizo la Embajada de Estados Unidos con Fernando Peña, juro que cuando lo escuchaba por la tele no lo creía. La discriminación se lleva todos los puntos con este caso y abarca mucho más, desde el diferente color de la piel hasta las enfermedades como el sida. La discriminación en sí surge desde la ignorancia, desde la forma de pensar en la ´raza perfecta´ que tienen aquellos que se creen los mejores”.
Otro comentario, la misma visión, la de Micaela Costilla, “no es una novedad lo que ocurrió con Fernando Peña. La discriminación a los enfermos de sida para algunas personas es algo natural, algo que está bien, algo que tiene que ser así. Lo cual me parece triste porque refleja la ignorancia de la sociedad. No se discrimina sólo a los enfermos de sida, sino también a las personas que profesan otra religión, tienen otra nacionalidad, color de piel, etc. Es decir, ocurren actos de racismo. Yo creo que la sociedad actúa de esta forma por miedo, miedo a lo que es distinto”.
El motivo de semejante medida pudo hallarse en la declaración jurada presentada por el locuaz personaje mediático ante las autoridades consulares estadounidenses. Una cruz en el casillero correspondiente al sida encendió la alarma que terminó por impedirle la entrada una vez declarado su condición de portador positivo de VIH sida. En forma inmediata se le comunicó a Fernando Peña que no podía viajar a Estados Unidos en virtud de la existencia de medidas migratorias y legislación interna sancionada hace 15 años, imponiéndose así barreras que no dejan entrar a personas enfermas que no se contagian de modo involuntario. Pero, esos controles se intensificaron tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, que dificultan el ingreso de ciudadanos extranjeros con antecedentes penales ligados a narcotráfico y terrorismo. De alguna manera, el sida se ubicaría en un rango de similar peligrosidad para Estados Unidos.
Claudio Morales*
*Periodista. Corresponsal, Colaborador y Productor Periodístico de medios de comunicación argentinos y del exterior. Director fundador del Grupo Pasteur, primer colectivo multimedia cultural-educativo juvenil de la Argentina.
Noelia Farías, en esa línea de pensamiento sentenció lo siguiente, “es imposible que, Fernando Peña, así como otros casos menos conocidos, no tengan permitido la entrega de la visa sólo por el hecho de ser portadores de VIH. Estos son actos que merecen el desprecio y la indiferencia hacia ese tipo de sociedad, para que quede bien claro el desacuerdo con esos humillantes actos”. Otra vez opinó Vadell Cosin, quien eligió la ironía al momento de expresar su repulsa, “en conclusión, más allá del caso de Fernando Peña, el gobierno estadounidense debería replantearse el concepto de democracia, libertad e igualdad o gobierno del pueblo. Y nosotros tendríamos que pensar en las contradicciones inéditas de ese país de la libertad”.
Hubo jóvenes que no sólo se impactaron con el tenor de la medida consular sino, básicamente, con el significado de esta aparente contradicción en el “país de la libertad”, “hubo una vez un país, con un sueño muy especial, pero con una historia llena de conspiraciones y mentiras. Los que lo veían de afuera lo suponían el lugar de la salvación, como un paraíso terrenal”, expresaba Alejandra Cruz, de 16 años. De nuevo, Caty Antognini, quien con sus 17 años dejó la siguiente impresión, “tras un buen rato de pensar de qué manera encarar el tema, sólo se me ocurre la palabra vergüenza. Una vergüenza que no es personal y ni siquiera nacional, una vergüenza que traspasa la frontera y se acentúa más cuando pienso que ese país, causante de su vergüenza, está entre los más desarrollados del mundo y es uno de los más poderosos -sino el más- a nivel económico”.
La legislación argentina, la ley 23.798 (de lucha contra el sida) dice que toda información es de índole confidencial, que no puede ser expuesta ni utilizada contra la persona portadora del virus. Lo contrario sería una flagrante discriminación. En ese sentido, dos opiniones expresan el repudio que sienten adolescentes porteños ante la postura del gobierno de Bush en la cuestión del ingreso a Estados Unidos de portadores de virus VIH. Una es la de Wanda Martínez (14), “la verdad es que no me parece nada bien lo que hizo la Embajada de Estados Unidos con Fernando Peña, juro que cuando lo escuchaba por la tele no lo creía. La discriminación se lleva todos los puntos con este caso y abarca mucho más, desde el diferente color de la piel hasta las enfermedades como el sida. La discriminación en sí surge desde la ignorancia, desde la forma de pensar en la ´raza perfecta´ que tienen aquellos que se creen los mejores”.
Otro comentario, la misma visión, la de Micaela Costilla, “no es una novedad lo que ocurrió con Fernando Peña. La discriminación a los enfermos de sida para algunas personas es algo natural, algo que está bien, algo que tiene que ser así. Lo cual me parece triste porque refleja la ignorancia de la sociedad. No se discrimina sólo a los enfermos de sida, sino también a las personas que profesan otra religión, tienen otra nacionalidad, color de piel, etc. Es decir, ocurren actos de racismo. Yo creo que la sociedad actúa de esta forma por miedo, miedo a lo que es distinto”.
El motivo de semejante medida pudo hallarse en la declaración jurada presentada por el locuaz personaje mediático ante las autoridades consulares estadounidenses. Una cruz en el casillero correspondiente al sida encendió la alarma que terminó por impedirle la entrada una vez declarado su condición de portador positivo de VIH sida. En forma inmediata se le comunicó a Fernando Peña que no podía viajar a Estados Unidos en virtud de la existencia de medidas migratorias y legislación interna sancionada hace 15 años, imponiéndose así barreras que no dejan entrar a personas enfermas que no se contagian de modo involuntario. Pero, esos controles se intensificaron tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, que dificultan el ingreso de ciudadanos extranjeros con antecedentes penales ligados a narcotráfico y terrorismo. De alguna manera, el sida se ubicaría en un rango de similar peligrosidad para Estados Unidos.
Claudio Morales*
*Periodista. Corresponsal, Colaborador y Productor Periodístico de medios de comunicación argentinos y del exterior. Director fundador del Grupo Pasteur, primer colectivo multimedia cultural-educativo juvenil de la Argentina.
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